(OSV News) — Jake Finkbonner decidió ser médico cuando estaba en la escuela intermedia.
“Me encantaría ayudar a la gente de la misma manera que tanta gente me ha ayudado a mí”, explicó a OSV News este joven de 23 años de Ferndale, Washington.
El universitario recién graduado se inspiró en los médicos que se apresuraron a rescatarlo de una agresiva bacteria carnívora que le destrozó la cara hace más de 17 años. Ellos tuvieron ayuda: la familia y la comunidad de Finkbonner acudieron a la entonces beata Kateri Tekakwitha para que intercediera por la vida del niño de seis años. Al día siguiente de que su reliquia entrara en la habitación del hospital, la infección — sin explicación alguna — se detuvo.
La curación se convirtió en el segundo y último milagro necesario para la canonización de Santa Kateri Tekakwitha, una kanien’kéha:ka (mohawk) católica del siglo XVII y la primera mujer indígena estadounidense declarada santa. Fue canonizada por el Papa Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.
Finkbonner habló recientemente con OSV News sobre el milagro, su aparente visita al cielo mientras estaba hospitalizado, su fe, y su conexión especial con Santa Kateri Tekakwitha, incluyendo su propia herencia indígena estadounidense.
Cuando la gente escucha su historia, Finkbonner espera que lo primero que se lleven sea la importancia de tener fe.
“Realmente no puedo transmitir este mensaje tan bien como mis padres, pero al escucharlos contar su historia de verme y todo por lo que pasaron, diría que (el mensaje) sería: nunca, nunca pierdas la fe”, expresó.
En 2006, Finkbonner jugaba al baloncesto con el club local Boys & Girls cuando se cortó el labio con la barra de soporte de la base de la canasta portátil.
Al principio, los médicos aseguraron a su familia que Finkbonner, de casi seis años, se pondría bien. Sin embargo, tras una tercera visita al médico de cabecera, esta vez con la cara peligrosamente hinchada, lo enviaron a la sala de emergencia a nivel local. Desde allí, fue trasladado vía aérea al Hospital Infantil de Seattle.
Los médicos descubrieron más tarde que Finkbonner había contraído una bacteria carnívora llamada estreptococo a través del corte.
Según Finkbonner, la mayor parte del tiempo que pasó en el hospital permaneció inconsciente en un coma inducido por fármacos. Los doctores le operaban a diario para eliminar el tejido cicatricial muerto que se acumulaba en su cara.
Cuando cumplió seis años, sus padres se pusieron en contacto con el padre Tim Sauer, entonces párroco de la Parroquia de San José de Ferndale, para que le administrara el sacramento de la reconciliación y la unción de los enfermos. El padre coordinó la visita de un sacerdote y, al mismo tiempo, le recomendó a la familia que acudieran a la beata Kateri Tekakwitha en busca de ayuda.
Finkbonner y la santa mujer tenían cosas en común, desde su herencia indígena estadounidense (Finkbonner es un cuarto indígena de la nación Lummi) hasta el hecho de sufrir ataques en la cara (la viruela dejó cicatrices en el rostro de Santa Kateri Tekakwitha).
Poco después, Elsa, la madre de Finkbonner, empezó a rezar a Dios, pidiendo una señal. Esa señal llegó cuando la tía de su padre, que es religiosa, visitó el hospital y trajo a una amiga con ella.
A su llegada, su pariente presentó a su amiga como la “hermana Kateri”, manifestó Finkbonner. La hermana Kateri no sólo tenía el mismo nombre que la Beata Kateri Tekakwitha, sino que colocó una reliquia de la santa mujer junto a su cama.
“De hecho, fue al día siguiente cuando (los médicos) dijeron: ‘Sí, la infección se ha detenido, y no sabemos por qué’”, dijo Finkbonner. “A partir de ese momento todo fue recuperación”.
Pocas semanas después, regresó a casa tras meses en el hospital. Le esperaba un largo camino: cada año, hasta que cumplió los 18, se sometía a cirugía reconstructiva.
“Tuve que aprender a caminar otra vez”, recordó. “Hablar era un poco difícil porque todavía tenía muchas cicatrices en mi cara. Me dieron una gran máscara de plástico para que me la pusiera porque tenía mucha piel al descubierto”.
Su familia, sus amigos, y la comunidad escolar de la Escuela Católica de la Asunción en Bellingham, Washington, apoyaron a él y a su familia en todo momento, reveló. Recordó, en particular, cuando su maestra de preescolar organizó “un día de máscaras” en el que todos los alumnos llevaban máscaras que habían hecho ellos mismos para que no se sintiera solo.
“Todo el apoyo de la comunidad y de los entrenadores deportivos, mis profesores, mis amigos, mi familia, y toda su ayuda para volver a la vida normal fue muy significativo”, recalcó. “Me ayudó a ser quien soy hoy”.
Aunque estuvo inconsciente la mayor parte de su estadía en el hospital, Finkbonner recuerda al menos un incidente que cree que ocurrió: visitar el cielo.
“Tuve la sensación de que me despertaba, de que oía a los médicos hablar con mis padres”, describió. “Podía sentir que mi cuerpo empezaba a ser más ligero. Y, en vez de estar de pie, volé hacia arriba”.
Cuando abrió los ojos, estaba en el cielo.
“Recuerdo una sensación de calidez y confort, y todo estaba muy iluminado”, expresó.
También vio caras conocidas: su tío Tom; su padrino, que había fallecido dos semanas antes de un ataque al corazón; y la abuela de su madre, que murió antes de que él naciera.
“Me acerqué a Él y le di un abrazo y recuerdo que me sopló aire caliente”, reveló. “Por un momento, su corazón abandonó su cuerpo y entró en el mío y tuve dos corazones latiendo”.
Cuando Finkbonner le preguntó si podía quedarse, Jesús respondió que todos en casa aún lo necesitaban.
“Recuerdo que me sentí devastado y terriblemente triste por todo el asunto”, dijo Finkbonner, “pero en mi corazón sabía que él tenía razón”.
Antes de irse, recordó haber oído lo que describió como 1,000 monedas de un céntimo cayendo a la vez sobre el cemento. Su cuerpo empezó a sentirse pesado.
“Así de simple . . . estaba de vuelta”, señaló.
Según su madre, la experiencia ocurrió después de “su despertar inicial” del coma.
“No recuerdo nada de esa parte (el despertar inicial), pero sí recuerdo haber despertado de ello”, dijo Finkbonner. “Para mí, diría, que ese fue mi despertar”.
Finkbonner recordó que escuchaba cómo — antes de su recuperación — sus padres, Donny y Elsa, ponían su confianza en Dios.
Un día, dijo, su madre leyó los versículos de la Biblia en los que Dios ordena a Abraham sacrificar a su único hijo, Isaac. Después, sus padres entraron en la capilla del hospital para rezar.
“Básicamente dijeron: ‘Es tuyo. Haz con él lo que quieras’”, dijo Finkbonner. “Y si era la voluntad de Dios llevarme a casa, que así sea. Ellos lo aceptarán”.
La fe de sus padres en ese momento lo inspiró, acotó.
“Que nunca perdieran la fe y que creyeran tanto en Dios, sólo puede llenarme de admiración por ellos”, comentó.
Además de asistir a la Misa dominical, Finkbonner participó en actividades del Newman Center o ministerio católico universitario en la Universidad Western Washington antes de graduarse en junio.
Durante sus oraciones diarias, recurre regularmente a Santa Kateri Tekakwitha. Con frecuencia reza en su auto, donde, según dice, cuelga un rosario del espejo retrovisor.
“En cuanto a las oraciones diarias, la mayor parte de ellas son de gratitud”, afirma. “Tengo muchas cosas por las que estar agradecido”.
Katie Yoder escribe para OSV News desde el área de Washington, D.C.
The post “Nunca, nunca pierdas la fe”, dice el hombre cuya curación milagrosa de niño llevó a la canonización de Santa Kateri Tekakwitha first appeared on OSV News.