Mujeres sanan las cicatrices de otras mujeres que enfrentan distintas violencias para resurgir juntas

By Marietha Góngora

(OSV News) — Según la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2021 al menos 4,473 mujeres fueron víctimas de feminicidio en la región. Pero más allá de una cifra, la violencia es un flagelo que afecta a las familias y cuyo ciclo se repite muchas veces generación tras generación debido, en parte, a la normalización de ciertos actos en las dinámicas familiares o de pareja, según lo explicó Isabel Aguilar, Asesora Técnica de Construcción de Paz de Catholic Relief Services (CRS) Latinoamérica.

Es por esto que CRS diseñó la metodología vivencial ¡Mujer, no estás sola!, que busca prevenir la violencia y prestar atención psicosocial a mujeres víctimas de diferentes violencias para que transformen sus vidas para su beneficio, el de los suyos y de su entorno.

Aguilar afirmó que además de la violencia generada por conflictos armados en la región, existen dinámicas de violencia en el ámbito privado que afectan especialmente a las mujeres.

Ella habló de “la violencia íntima de pareja, la violencia sexual y de género, la violencia patrimonial y económica” ya que la desigualdad en los niveles de ingresos muchas veces hace que las mujeres deban enfrentar solas el cuidado de las familias trabajando dos y tres jornadas. “Todo esto está representando una carga de violencias estructurales, directas e indirectas, bastante fuertes con las mujeres”, agregó.

Según CRS, mediante el uso de ésta metodología se fomenta “la implementación de Grupos de Apoyo de Mujeres (GAM) en los que ellas mismas, tras atravesar un proceso personal de transformación, pueden llegar a convertirse en terapeutas comunitarias, ayudando a otras mujeres a sobreponerse a los efectos adversos de la violencia en sus vidas y a emplear herramientas asertivas para mejorar relaciones con la familia, la comunidad y otras mujeres. Se genera así un camino de sanación individual y colectivo que contribuye al bienestar”.

Aguilar explicó que los GAM surgieron en 2011 cuando la oficina CRS en Ecuador atendía a las mujeres que llegaban a la zona fronteriza desde Colombia, desplazadas por la violencia y el conflicto armado que ha sufrido este país desde hace más de medio siglo.

“Nosotros trabajamos con la Misión Scalabriniana y el carisma de esta congregación es todo lo que tenga que ver con migración en situaciones de precariedad”, afirma Aguilar, quien aseguró que muchas de aquellas mujeres, además de sufrir violencias derivadas del conflicto armado, eran víctimas de violencia sexual y de género asociada con el desplazamiento forzado. Así se creó la iniciativa GAM.

“Desde entonces hemos trabajado con poco más de siete mil mujeres y la metodología se expandió a República Dominicana, México, Centroamérica y no se ha detenido”, aseguró Aguilar quien afirmó que tras la pandemia mujeres de todos los países latinoamericanos han participado de esta iniciativa que hoy cuenta con 629 grupos en Latinoamérica.

Aguilar dijo que la mejor forma de prevenir la violencia contra la mujer es estableciendo límites.

“Tú tienes que reconstruirte, tienes que desnaturalizar la violencia patriarcal en los patrones machistas y entender que eso es violencia, aunque no lo sabías. Debes saber con quién contar, cuáles son tus recursos”, aseguró Aguilar mientras destaca la apremiante urgencia de reavivar las relaciones de sororidad y de entendimiento entre mujeres de distintas edades y realidades.

La experiencia de las mujeres que participan de estos grupos de apoyo sugiere que la violencia se presenta de muchas formas y en diferentes etapas de la vida, y, que una vez se presenta, tiende a escalar haciendo que sus consecuencias sean cada vez más graves si no se pone un alto a tiempo.

“Las mujeres tenemos que aprender a reconocer esas señales porque la violencia doméstica, está comprobado en numerosos estudios científicos al respecto, forman un círculo perverso que se va incrementando”, dijo Aguilar.” Comienza con poco, pero tiende a escalar con el paso del tiempo si no se aborda, de manera que termina en golpes u otro tipo de prácticas y la última escala en el continuum de violencia contra las mujeres es el feminicidio”.

Y es que adolescentes que ya en una relación de noviazgo enfrentan violencias sutiles generadas por celos y control por parte de sus parejas, pueden convertirse en una cifra más de feminicidios perpetrados por sus compañeros sentimentales o sus exparejas. Así lo demuestra el mismo informe de la CEPAL que asegura que “en promedio una de cada cuatro mujeres ha sido víctima o vive violencia física y/o sexual por un perpetrador que era o es su pareja”.

Así mismo, Aguilar destacó que esta lucha debe ser conjunta con “organizaciones sociales, la Iglesia que juega un papel tan importante, los medios de comunicación y el gobierno central y local para ir mejorando los sistemas de protección para que puedan protegernos, prevenir y atender la violencia contra nosotras y que se pueda incorporar a los hombres también en esta tarea para que ellos sean nuestros aliados estratégicos”.

Una mujer que llega a estos grupos, dijo Aguilar, encuentra un lugar seguro donde puede expresarse y ser ella misma. También encuentra afecto, solidaridad y un espacio donde no será juzgada y donde no recibirá consejos, sino que será guiada para encontrar esa verdad y la fuerza que reside en ella misma y que será la base de su transformación.

Aguilar recuerda especialmente una historia de violencia por conflicto armado que la marcó. Una mujer en Acapulco cuyo hijo fue asesinado, pero ella decidió poner fin a la cadena de venganza y perdonó a quienes le arrebataron a su hijo. “Después de encontrar solidaridad, un grupo de apoyo y de reconocer la verdad que yacía en ella, ella misma se liberó del terrible dolor, como puede ser el asesinato de tu hijo”, dijo Aguilar.

Marietha Góngora escribe para OSV News desde Washington.

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